En nuestra provincia de los Misioneros Combonianos de México hemos vivido la difícil y dolorosa experiencia de la pandemia provocada por el virus del Covid-19. Fueron meses de profunda tristeza, pues hemos visto irse a varios de nuestros hermanos y a tanta gente de nuestro pueblo sencillo y humilde, que ante lo implacable de la muerte no ha podido vivir la pena más que en el dolor. Sentimos que, de alguna manera, ha sido la parte de la factura que nos ha tocado pagar y que nos ha permitido sentirnos solidarios y cercanos. Hemos vivido este largo periodo de pasión y de muerte, como el Señor en su camino por el Calvario rumbo a la cruz.

En este espacio dedicado a nuestros hermanos difuntos, queremos traer el recuerdo y la memoria de aquellos que nos han dejado, pero que en realidad se han quedado para siempre entre nosotros. Cada uno de ellos representa una vida entregada hasta el final en la fidelidad y en el entusiasmo comboniano.

Cada uno es una historia que nos enorgullece y nos mueve a ser agradecidos; porque nos damos cuenta de que no fueron vidas desperdiciadas; todo lo contrario, han sido experiencias de plenitud que han florecido durante los años, dejándonos la belleza de sus vidas gastadas en el servicio, en el amor a los más pobres, en la alegría sencilla de la misión.

Cada uno de estos hermanos representa una página de nuestra historia comboniana en México y en el mundo, porque uno a uno ha dejado los mejores años de su vida en África, en donde nuestro fundador, san Daniel Comboni, tuvo bien claro que las obras de Dios, nacen, crecen y se fortalecen a los pies de la cruz. La cruz del dolor y del sufrimiento, que, sin embargo, no se convierte jamás en frustración ni rabia, sino que enseña que la muerte jamás tendrá la última palabra.

El dolor, el sufrimiento y la muerte, vividos con espíritu cristiano, se revelarán siempre como fuente de vida, que recuerda que nuestra existencia no es más que pascua, paso que nos lleva de lo absurdo de la muerte a la gloria de la resurrección. Esto es lo que nos consuela y anima a ver el futuro con confianza y optimismo. La misión es bella, y quienes han sembrado sus vidas para llevar el Evangelio a los cuatro rincones del mundo no pueden traducirse más que en bendición para quienes nos toca tomar el relevo y seguir adelante con alegría. Mil gracias por su testimonio de fidelidad, de servicio y de amor a la misión, sabemos que contamos con su mediación desde donde la muerte ya no tiene voz y la vida es la de Jesús Resucitado.

P. LUIS CARRANZA
P. JORGE MARTÍNEZ
P. JESÚS ARANDA
HNO. RODOLFO SÁNCHEZ
P. ARTURO VELÁZQUEZ
HNO. HERMENEGILDO CORDERO
P. RAMÓN E. GARCÍA
HNO. MARTIN PLONER
P. JAMES DONALD FRANCEZ
P. GERARDO SANDOVAL
P. VICENTE LEAL
P. ANTONIO ÁLVAREZ GÓMEZ